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3648191Amado Señorhttps://www.gandhi.com.mx/amado-senor-9789874941749/phttps://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/2447423/292664f7-a49f-4f2e-8289-b8586319d886.jpg?v=638383988233670000https://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/2445190/292664f7-a49f-4f2e-8289-b8586319d886.jpg?v=638383985372430000119119MXNBlatt & RíosInStock/Ebooks/<p>Al escribiente de cartas de <em>Amado Señor</em> la cosa se le desvió. Allí donde planeaba, le confiesa a su destinatario, "armar un universo de ficción" a partir de la primera epístola, "abandonar esta conversación e iniciar otra más indirecta", descubre que no puede dejar de escribir cartas: está cansado de narrar, prefiere el coloquio directo. El escribiente no cree en su interlocutor y se lo advierte, pero su falta de fe lo empuja a un panteísmo del significante: cosa que nombra, cosa a la que le escribe (Amado Escarabajo, Amado Cuchillo, Amado Punto, Amado Cuervo, Amada Nube de Bacterias). Una enciclopedia maravillosa va apareciendo a los ojos del tercero, el lector. Y también una serie de historias y personajes, porque la parábola, más vieja que la literatura, termina por encontrar su lugar.</p><p>Puede que Dios no exista, pero eso no es motivo para dejar de escribirle. En <em>La ciudad de Dios</em> San Agustín descubre que el alma, o el inconsciente, es indiferente al error: " <em>¿Y si te engañas?</em> Si me engaño, existo; pues quien no existe no puede tampoco engañarse. No me engaño en las cosas que amo; aunque ellas fueran falsas, sería verdad que amo las cosas falsas. ¿Por qué iba a ser reprendido e impedido de amar las cosas falsas?".</p><p>Guadalupe Salomón</p>...3583923Amado Señor119119https://www.gandhi.com.mx/amado-senor-9789874941749/phttps://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/2447423/292664f7-a49f-4f2e-8289-b8586319d886.jpg?v=638383988233670000https://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/2445190/292664f7-a49f-4f2e-8289-b8586319d886.jpg?v=638383985372430000InStockMXN99999DIEbook20209789874941749_W3siaWQiOiIzZTJiMTBmNi1iNGY1LTQwYWMtOGZiMi1jMmE3MjFjYzZhZjAiLCJsaXN0UHJpY2UiOjExOSwiZGlzY291bnQiOjAsInNlbGxpbmdQcmljZSI6MTE5LCJpbmNsdWRlc1RheCI6dHJ1ZSwicHJpY2VUeXBlIjoiV2hvbGVzYWxlIiwiY3VycmVuY3kiOiJNWE4iLCJmcm9tIjoiMjAyNC0wNS0wNlQxOTowMDowMFoiLCJyZWdpb24iOiJNWCIsImlzUHJlb3JkZXIiOmZhbHNlfV0=9789874941749_<p>Al escribiente de cartas de <em>Amado Señor</em> la cosa se le desvió. Allí donde planeaba, le confiesa a su destinatario, armar un universo de ficción a partir de la primera epístola, abandonar esta conversación e iniciar otra más indirecta, descubre que no puede dejar de escribir cartas: está cansado de narrar, prefiere el coloquio directo. El escribiente no cree en su interlocutor y se lo advierte, pero su falta de fe lo empuja a un panteísmo del significante: cosa que nombra, cosa a la que le escribe (Amado Escarabajo, Amado Cuchillo, Amado Punto, Amado Cuervo, Amada Nube de Bacterias). Una enciclopedia maravillosa va apareciendo a los ojos del tercero, el lector. Y también una serie de historias y personajes, porque la parábola, más vieja que la literatura, termina por encontrar su lugar.</p><p>Puede que Dios no exista, pero eso no es motivo para dejar de escribirle. En <em>La ciudad de Dios</em> San Agustín descubre que el alma, o el inconsciente, es indiferente al error: <em>¿Y si te engañas?</em> Si me engaño, existo; pues quien no existe no puede tampoco engañarse. No me engaño en las cosas que amo; aunque ellas fueran falsas, sería verdad que amo las cosas falsas. ¿Por qué iba a ser reprendido e impedido de amar las cosas falsas?.</p><p>Guadalupe Salomón</p>...(*_*)9789874941749_<p>Al escribiente de cartas de <em>Amado Señor</em> la cosa se le desvió. Allí donde planeaba, le confiesa a su destinatario, "armar un universo de ficción" a partir de la primera epístola, "abandonar esta conversación e iniciar otra más indirecta", descubre que no puede dejar de escribir cartas: está cansado de narrar, prefiere el coloquio directo. El escribiente no cree en su interlocutor y se lo advierte, pero su falta de fe lo empuja a un panteísmo del significante: cosa que nombra, cosa a la que le escribe (Amado Escarabajo, Amado Cuchillo, Amado Punto, Amado Cuervo, Amada Nube de Bacterias). Una enciclopedia maravillosa va apareciendo a los ojos del tercero, el lector. Y también una serie de historias y personajes, porque la parábola, más vieja que la literatura, termina por encontrar su lugar.</p><p>Puede que Dios no exista, pero eso no es motivo para dejar de escribirle. En <em>La ciudad de Dios</em> San Agustín descubre que el alma, o el inconsciente, es indiferente al error: " <em>¿Y si te engañas?</em> Si me engaño, existo; pues quien no existe no puede tampoco engañarse. No me engaño en las cosas que amo; aunque ellas fueran falsas, sería verdad que amo las cosas falsas. ¿Por qué iba a ser reprendido e impedido de amar las cosas falsas?".</p><p>Guadalupe Salomón</p>...9789874941749_Blatt & Ríoslibro_electonico_ff3ec821-514d-3de1-bcaa-ff35db92b6ce_9789874941749;9789874941749_9789874941749Pablo KatchadjianEspañolMéxicohttps://getbook.kobo.com/koboid-prod-public/bookwire_spain2-epub-09df874f-6507-4e93-970d-f977d059ac9d.epub2020-07-01T00:00:00+00:00Blatt & Ríos