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402799Cerdoshttps://www.gandhi.com.mx/cerdos/phttps://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/1823742/cc6b487d-9504-4784-a6c6-4c352f61eaf1.jpg?v=638482938653600000https://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/6279226/9788412403398.jpg?v=638615058121830000https://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/6571013/9788412403398.jpg?v=638640165652930000425425MXNAdriana Hidalgo editoraInStock/Libros/Ciencias naturales/Biología//Libros/Ciencias naturales//Libros//Libros/Selecto/Los cerdos son animales admirables pero a la vez inquietantes. Nos atraen y nos causan repulsión. Es difícil encontrar la distancia adecuada; las fronteras entre cerdos y hombres resultan poco nítidas; las relaciones, ambivalentes. Nadie quiere que le digan “cerdo” o “chancho”, ¿por qué? Los cerdos encarnan lo ominoso –en el sentido de Freud– que anida en los rincones de lo familiar: lo reprimido, oculto, escondido. Quien haya visto faenar cerdos, nunca olvidará sus gritos casi humanos. Winston Churchill dijo: “Me gustan los cerdos. Los perros nos admiran. Los gatos nos desprecian. Los cerdos nos tratan como iguales”. Pero nosotros no los tratamos como iguales: los comemos. A diferencia de los pescados y los pollos, por lo general, los cerdos que terminan en nuestros platos como embutidos o fiambres no nos recuerdan la forma del animal. Constantemente comemos cerdos sin percibirlos.403006Cerdos425425https://www.gandhi.com.mx/cerdos/phttps://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/1823742/cc6b487d-9504-4784-a6c6-4c352f61eaf1.jpg?v=638482938653600000https://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/6279226/9788412403398.jpg?v=638615058121830000https://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/6571013/9788412403398.jpg?v=638640165652930000InStockMXN10FITapa dura1a Edición20239788412403398_Los cerdos son animales admirables pero a la vez inquietantes. Nos atraen y nos causan repulsión. Es difícil encontrar la distancia adecuada; las fronteras entre cerdos y hombres resultan poco nítidas; las relaciones, ambivalentes. Nadie quiere que le digan “cerdo” o “chancho”, ¿por qué? Los cerdos encarnan lo ominoso –en el sentido de Freud– que anida en los rincones de lo familiar: lo reprimido, oculto, escondido. Quien haya visto faenar cerdos, nunca olvidará sus gritos casi humanos. Winston Churchill dijo: “Me gustan los cerdos. Los perros nos admiran. Los gatos nos desprecian. Los cerdos nos tratan como iguales”. Pero nosotros no los tratamos como iguales: los comemos. A diferencia de los pescados y los pollos, por lo general, los cerdos que terminan en nuestros platos como embutidos o fiambres no nos recuerdan la forma del animal. Constantemente comemos cerdos sin percibirlos.9788412403398_Adriana Hidalgo editora9788412403398_9788412403398131.0000x193.0000x20.0000Thomas MachoEspañolEspaña2023-02-02T00:00:00+00:00188131.0000193.0000318.000020.0000Adriana Hidalgo editora