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Laure Elkin
Flâneuse: una paseante en París, Nueva York, Tokio, Venecia y Londres
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4301692Flâneuse: una paseante en París, Nueva York, Tokio, Venecia y Londreshttps://www.gandhi.com.mx/flaneuse--una-paseante-en-paris--nueva-york--tokio--venecia-y-londres-9788416665938/phttps://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/3995951/d78e76e0b65d2edcc9392253d60123d9f197729c_9788416665938.jpg?v=638429226212470000https://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/4006085/image.jpg?v=638429407846000000139139MXNMalpasoInStock/Libros/No ficción//Libros/El flneur nació en el París del siglo XIX. Su hábitat natural son los boulevards de la ciudad. Las multitudes son su dominio, al igual que el aire es del pájaro y el agua es de los peces, escribió Baudelaire. El flneur es un hombre que no participa en la multitud, sino que la observa. Una ostra central de perceptibilidad, un ojo enorme, escribió Virginia Woolf. Pero entonces, ¿qué sería una flneuse? La versión femenina del flneur no solo observa, sino que participa. Su presencia en un espacio que tradicionalmente no le pertenece supone un desafío. Elkin hace un recorrido literal y metafórico de las ciudades en las que ha vivido, y, a través de sus paseos, nos descubre una nueva mirada y reivindica la experiencia singular que constituye pasear siendo mujer4237813Flâneuse: una paseante en París, Nueva York, Tokio, Venecia y Londres401461https://www.gandhi.com.mx/flaneuse--una-paseante-en-paris--nueva-york--tokio--venecia-y-londres-9788416665938/phttps://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/3995951/d78e76e0b65d2edcc9392253d60123d9f197729c_9788416665938.jpg?v=638429226212470000InStockMXN1FITapa dura4264793Flneuse139139https://www.gandhi.com.mx/flaneuse--una-paseante-en-paris--nueva-york--tokio--venecia-y-londres-9788416665938/phttps://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/4006085/image.jpg?v=638429407846000000InStockMXN99999DIEbook1a Edición20179788417081386_W3siaWQiOiI1ZmVhNWE5MS0zYmJlLTQ1MWMtYTNjMy1hMTM1ZGY5NjhhZTYiLCJsaXN0UHJpY2UiOjEzOSwiZGlzY291bnQiOjAsInNlbGxpbmdQcmljZSI6MTM5LCJpbmNsdWRlc1RheCI6dHJ1ZSwicHJpY2VUeXBlIjoiV2hvbGVzYWxlIiwiY3VycmVuY3kiOiJNWE4iLCJmcm9tIjoiMjAyNC0wNC0xM1QxNjowMDowMFoiLCJyZWdpb24iOiJNWCIsImlzUHJlb3JkZXIiOmZhbHNlfV0=9788416665938_El flneur nació en el París del siglo XIX. Su hábitat natural son los boulevards de la ciudad. Las multitudes son su dominio, al igual que el aire es del pájaro y el agua es de los peces, escribió Baudelaire. El flneur es un hombre que no participa en la multitud, sino que la observa. Una ostra central de perceptibilidad, un ojo enorme, escribió Virginia Woolf. Pero entonces, ¿qué sería una flneuse? La versión femenina del flneur no solo observa, sino que participa. Su presencia en un espacio que tradicionalmente no le pertenece supone un desafío. Elkin hace un recorrido literal y metafórico de las ciudades en las que ha vivido, y, a través de sus paseos, nos descubre una nueva mirada y reivindica la experiencia singular que constituye pasear siendo mujer(*_*)9788417081386_<p>Un ensayo reivindicativo sobre la experiencia singular de pasear siendo mujer. El flneur nació en el París del siglo XIX. Su hábitat natural eran los bulevares y las galerías de la ciudad. La multitud es su dominio, como el aire es el del pájaro, como el agua el del pez, escribió Charles Baudelaire. El flneur es un hombre ocioso que pasea y observa a la vez, pero desde la distancia: no se involucra. Sin embargo, para Baudelaire la flneuse no existe. Las mujeres no tenían la libertad de los hombres para acceder a las calles de la ciudad porque se veían reducidas a ser objeto de la mirada de los paseantes. ¿Qué es entonces una flneuse? Una mujer que no solo contempla, sino que también participa. Su presencia en un espacio que tradicionalmente no le pertenece supone un desafío. Donde el flneur mira, la flneuse perturba y subvierte. Elkin hace un recorrido literal y metafórico por las ciudades en las que ha vivido; a través de sus paseos nos descubre una nueva mirada y reivindica el derecho de las mujeres a pasear. La flneuse se detiene en los detalles y amplía la mirada, toma notas de su propia experiencia y las entrelaza con las de otras artistas, escritoras, cineastas y periodistas (George Sand, Sophie Calle, Martha Gellhorn o Agns Varda) a las que admira y cuyas visiones han formado y transformado la de la propia autora. De Nueva York a Londres, de París a Venecia pasando por Tokio, cada ciudad encierra el juego, la fascinación, el peligro y la familiaridad que sirven a la autora para reclamar el derecho de las mujeres a pasear por la ciudad, a ocupar el espacio público y a alejarse de lo que se supone que deben ser para cambiar sus vidas por completo: Dejadme pasear. Dejad que vaya a mi ritmo. Dejad que sienta cómo se mueve la vida a través y alrededor de mí. Dadme emoción. Dadme esquinas curvas inesperadas. Dadme iglesias inquietantes, bonitos escaparates y parques en los que pueda tumbarme.</p>(*_*)9788417081386_<p>Un ensayo reivindicativo sobre la experiencia singular de pasear siendo mujer. El flneur nació en el París del siglo XIX. Su hábitat natural eran los bulevares y las galerías de la ciudad. "La multitud es su dominio, como el aire es el del pájaro, como el agua el del pez", escribió Charles Baudelaire. El flneur es un hombre ocioso que pasea y observa a la vez, pero desde la distancia: no se involucra. Sin embargo, para Baudelaire la flneuse no existe. Las mujeres no tenían la libertad de los hombres para acceder a las calles de la ciudad porque se veían reducidas a ser objeto de la mirada de los paseantes. ¿Qué es entonces una flneuse? Una mujer que no solo contempla, sino que también participa. Su presencia en un espacio que tradicionalmente no le pertenece supone un desafío. Donde el flneur mira, la flneuse perturba y subvierte. Elkin hace un recorrido literal y metafórico por las ciudades en las que ha vivido; a través de sus paseos nos descubre una nueva mirada y reivindica el derecho de las mujeres a pasear. La flneuse se detiene en los detalles y amplía la mirada, toma notas de su propia experiencia y las entrelaza con las de otras artistas, escritoras, cineastas y periodistas (George Sand, Sophie Calle, Martha Gellhorn o Agns Varda) a las que admira y cuyas visiones han formado y transformado la de la propia autora. De Nueva York a Londres, de París a Venecia pasando por Tokio, cada ciudad encierra el juego, la fascinación, el peligro y la familiaridad que sirven a la autora para reclamar el derecho de las mujeres a pasear por la ciudad, a ocupar el espacio público y a alejarse de lo que se supone que deben ser para cambiar sus vidas por completo: "Dejadme pasear. Dejad que vaya a mi ritmo. Dejad que sienta cómo se mueve la vida a través y alrededor de mí. Dadme emoción. 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