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1285713Guatimozin ultimo emperador de Méjicohttps://www.gandhi.com.mx/guatimozin-ultimo-emperador-de-mejico-6/phttps://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/332327/283e2325-0228-4171-9ca4-a03c33d6b4b7.jpg?v=638334280430000000136136MXNLuis Alberto Villamarin PulidoInStock/Ebooks/1273918Guatimozin ultimo emperador de Méjico136136https://www.gandhi.com.mx/guatimozin-ultimo-emperador-de-mejico-6/phttps://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/332327/283e2325-0228-4171-9ca4-a03c33d6b4b7.jpg?v=638334280430000000InStockMXN99999DIEbook20189780463051054_W3siaWQiOiIzZjMwOWVjMi0wNmZjLTQ3ZTYtODdhMi00YTUwY2ZkODNiMzIiLCJsaXN0UHJpY2UiOjEzNiwiZGlzY291bnQiOjAsInNlbGxpbmdQcmljZSI6MTM2LCJpbmNsdWRlc1RheCI6dHJ1ZSwicHJpY2VUeXBlIjoiSXBwIiwiY3VycmVuY3kiOiJNWE4iLCJmcm9tIjoiMjAyNC0wNS0xN1QwNzowMDowMFoiLCJyZWdpb24iOiJNWCIsImlzUHJlb3JkZXIiOmZhbHNlfV0=9780463051054_<p>Gualcazinla se echó en el lecho sin contestar y cuando se retiró Marina, se quedaba ya, en apariencia al menos, profundamente dormida.<br />Aun no era llegada, empero, la mitad de la noche cuando la guardia percibió extraordinario ruido hacia el paraje en que reposaba Cortés, y acudiendo presurosos algunos soldados, vieron salir del aposento a Cortés, medio desnudo, pálido, ensangrentado, casi despavorido.<br />-¡Mi general! exclamaron todos: ¿qué desgracia acontece a vuesa merced? ¿De qué proviene la sangre que le corre por el rostro?<br />Los detuvo el jefe, en ademán de penetrar en la estancia de que acababa de salir, y limpiándose la sangre con un pañuelo que le alargó uno de los soldados, dijo vacilante tras un breve silencio:<br />-No es nada a decir verdad... una pesadilla... un golpe en la frente: ya lo veis, la herida es muy leve: retiraos.<br />Obedeció la guardia, y en el momento en que quedó solo el caudillo, apareció en igual desorden que él y saliendo de la misma estancia su dama doña Marina.<br />-¿Os ha hecho mucho daño? dijo llegándose a Cortés con afanosa agitación. ¿Esa sangre?...<br />-Sale de una herida ligera, respondiole en voz baja: el brazo de la insensata desmayó por fortuna al descargar el golpe, y vos, Marina, vos le caísteis encima como una leona, no dejándole tiempo para asegundar el golpe.<br />-¡De buena habéis escapado, señor mío! repuso estremeciéndose la indiana: el puñal de que se posesionó la frenética loca era el más agudo de todos los vuestros: felizmente mi sueño es como el de la liebre, y me prestan los celos el olfato maravilloso del perro. Sí, dueño y señor mío; cuando se aproxima a vos una mujer, percibo su olor aun hallándome distante.<br />-¿Pero qué habéis hecho de esa infeliz? preguntó Hernán, correspondiendo con una caricia a la apasionada mirada que al decir sus últimas palabras le había clavado la ardiente americana.<br />-¡La he ahogado! respondió ella con acento sombrío.<br />-¡La habéis ahogado!...<br />-Sí; inanimada yace como si jamás hubiera existido.<br />-¿Y qué haremos ahora, Marina, para encubrir estos sucesos? Vergonzoso sería para mí aparecer matador de una mujer ahogada... ¡y vos... Marina! no echéis en olvido que estáis casada ya y que yo tengo también una esposa!<br />-No os inquietéis, dijo Marina con amarga sonrisa: sé que debo fidelidad al marido que me habéis dado, y aun cuando por vos le olvide, bien sabéis, señor, que respeto siempre vuestra paz doméstica y cuido de no dar disgustos a la feliz mujer que lleva vuestro nombre. Nadie tiene que saber que me hallaba dichosamente a vuestro lado cuando la desgraciada Gualcazinla intentó asesinaros.</p>...9780463051054_Luis Alberto Villamarin Pulidolibro_electonico_f2b516a2-c3c3-3b67-b94b-0eb69b1b2d42_9780463051054;9780463051054_9780463051054Gertrudis GómezEspañolMéxicohttps://getbook.kobo.com/koboid-prod-public/smashwords-epub-cbce5bd8-b46a-4788-b13c-17ce671321cd.epub2018-08-23T00:00:00+00:00Luis Alberto Villamarin Pulido