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7556019Una polémica entre Valera y Campoamorhttps://www.gandhi.com.mx/una-polemica-entre-valera-y-campoamor-9788490079331/phttps://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/7176705/image.jpg?v=6388450141491000001919MXNGandhiInStock/Ebooks/<p>Fragmento de la obra</p><p>En enero de 1889 vieron la luz en Madrid dos revistas nuevas, tituladas <em>El Ateneo</em> la una, <em>La España Moderna</em> la otra. Feneció la primera en agraz, como ha solido suceder en España a publicaciones de esta especie, mientras la segunda acaba de entrar en el tercer año de próspera y floreciente vida. Y así se explica que la polémica de Campoamor y Valera, principiada en <em>La Ilustración</em> y <em>El Ateneo</em>, terminase en las páginas de <em>La España Moderna</em>, antes de formar el tomito que va a suministrarme asunto para algunas consideraciones sobre los graves problemas que en él se debaten. Nadie me ha nombrado juez del litigio, y los autores confieren este cargo a Menéndez y Pelayo; no obstante, dado que la cuestión importa, si no a toda la Humanidad, cuando menos a mucha de la que piensa, me inhibo por ahora, y si no acierto, peor para mí.<br />La chispa que encendió el fogosísimo y juvenil ingenio de Campoamor haciéndole saltar fue esta frase estampada en el prospecto de la revista difunta: Se insertará toda producción referente a cualquier rama de la ciencia, sin desdeñar la poesía. Lastimado por lo que él llama admitir a la poesía de limosna, el gran poeta escribió donosa y ardiente apología, a que Valera, miembro del Comité consultivo de la revista, no se creyó en el deber de contestar, pero contestó por gusto, porque el tema era socorrido y brillante, explicando y justificando la frase del prospecto. Replicó Campoamor más atufado todavía, contrarreplicó Valera; el creador de los <em>Pequeños poemas</em> apretó, bastante sulfurado y desabrido, y habiendo descargado ya porción de su enojo en las pecheras de su contrincante, desahogó el resto en la rubia cabeza de Ernesto Heckel; entonces Valera (siempre diplomático, diría Campoamor), juzgó oportuno cerrar la discusión con un templado ultimátum. Al recoger, formando tomo, los textos de la disputa (uso este vocablo en el sentido escolástico, no en el vulgar), Valera añadió a las cartas un prólogo y muchas notas aclaratorias, reunidas al final del volumen.</p>...7171586Una polémica entre Valera y Campoamor1919https://www.gandhi.com.mx/una-polemica-entre-valera-y-campoamor-9788490079331/phttps://gandhi.vtexassets.com/arquivos/ids/7176705/image.jpg?v=638845014149100000InStockMXN99999DIEbook20199788490079331_W3siaWQiOiI2YzlhZWYzZC01M2MzLTQ5ZWItYmEzNi04YTNjYzE3YjU4M2QiLCJsaXN0UHJpY2UiOjE5LCJkaXNjb3VudCI6MCwic2VsbGluZ1ByaWNlIjoxOSwiaW5jbHVkZXNUYXgiOnRydWUsInByaWNlVHlwZSI6IkFnZW5jeSIsImN1cnJlbmN5IjoiTVhOIiwiZnJvbSI6IjIwMjUtMDYtMDJUMjI6MDA6MDBaIiwicmVnaW9uIjoiTVgiLCJpc1ByZW9yZGVyIjpmYWxzZX1d9788490079331_<p>Fragmento de la obra</p><p>En enero de 1889 vieron la luz en Madrid dos revistas nuevas, tituladas <em>El Ateneo</em> la una, <em>La España Moderna</em> la otra. Feneció la primera en agraz, como ha solido suceder en España a publicaciones de esta especie, mientras la segunda acaba de entrar en el tercer año de próspera y floreciente vida. Y así se explica que la polémica de Campoamor y Valera, principiada en <em>La Ilustración</em> y <em>El Ateneo</em>, terminase en las páginas de <em>La España Moderna</em>, antes de formar el tomito que va a suministrarme asunto para algunas consideraciones sobre los graves problemas que en él se debaten. Nadie me ha nombrado juez del litigio, y los autores confieren este cargo a Menéndez y Pelayo; no obstante, dado que la cuestión importa, si no a toda la Humanidad, cuando menos a mucha de la que piensa, me inhibo por ahora, y si no acierto, peor para mí.<br />La chispa que encendió el fogosísimo y juvenil ingenio de Campoamor haciéndole saltar fue esta frase estampada en el prospecto de la revista difunta: Se insertará toda producción referente a cualquier rama de la ciencia, sin desdeñar la poesía. Lastimado por lo que él llama admitir a la poesía de limosna, el gran poeta escribió donosa y ardiente apología, a que Valera, miembro del Comité consultivo de la revista, no se creyó en el deber de contestar, pero contestó por gusto, porque el tema era socorrido y brillante, explicando y justificando la frase del prospecto. Replicó Campoamor más atufado todavía, contrarreplicó Valera; el creador de los <em>Pequeños poemas</em> apretó, bastante sulfurado y desabrido, y habiendo descargado ya porción de su enojo en las pecheras de su contrincante, desahogó el resto en la rubia cabeza de Ernesto Heckel; entonces Valera (siempre diplomático, diría Campoamor), juzgó oportuno cerrar la discusión con un templado ultimátum. 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